Los alquimistas hebreos gozaban en Alejandría de una libertad que presumiblemente no tenían los grecoegipcios, ya que su vinculación a la –Casa de la Vida– los mantenían ocupados en obligaciones, encargos y contratos estatales como elaboración de estaturaria de culto, joyería mágica etc. Por el contrario, los judíos tenían prohibido inmiscuirse en tales asuntos y eran respetados por los gobernantes.
Es posible que la concepción espiritualista de la alquimia surgiera o se potenciara gracias a sus practicantes hebreos (con independencia de que los egipcios aplicaran sus obras a fines mágico-religiosos) como una labor en la que enfocar los preceptos de santificación de las obras y los elementos de la creación, dando cumplimiento a la vez al precepto de tener presente al creador y cumpliendo con la intención qabalista de rescatar las chispas divinas de la creación para el Tikun Olam
Miriam o, María la profetisa vivió en este contexto cultural, en el que ella aportó innovaciones y creaciones de instrumentación para el desarrollo de la actividad alquímica.
María fue una de las pocas alquimistas en obtener la piedra filosofal y al parecer, según su entendimiento, entre los filósofos gentiles que pudieron logralo no hacían buen uso de este tesoro.