La impronta de Neṣaḥ y Yesod en la flor bíblica Shoshaná, la Azucena

Según su Naturaleza Espiritual
En la lengua Santa, aquella que articula la boca de Adam para designar la esencia de lo creado, la Azucena es llamada Shoshannä שׁוֹשַׁנָּה. Su esencia, vitalizada dos veces por la letra shin -Shosh- atadas por la waw en medio, alude al buen humor, y al estado de paz con uno mismo. Su sílaba final -na- expresa el poder creativo de lo que es nuevo y joven, aunque cuando esta sílaba se halla huérfana -na- expresa el sollozo, el gemido y el lamento. Podemos configurar la imagen de una joven, sensible, pero íntegra, receptiva para guiarse por su naturaleza interior y a su vez, por el soplo del espíritu. La guematria de su nombre refleja el evocador valor de 661 cuya cifra esencial 4, nos muestra del sello de la Misericordia en la Creación.
Retazos de sus Propiedades Terapéuticas
El intenso aroma de la flor y su delicada textura es una caricia que conduce al adolescente (de cualquier edad) y especialmente a la mujer, a integrar el despertar sexual, despejando de la mente y del útero la flema fría que nubla la conciencia e incomoda al cuerpo. Así, libera del temor moral a la impureza de aquella actitud idealista (tan adolescente) preservando la Integridad y la Pureza misma del Ser y del organismo que comienza a incorporar una dimensión nueva de la existencia. Tiene una afinidad particular con el útero y los senos.
Siendo esta, una planta eminentemente femenina, ella incluye la parte femenina del hombre; recordemos, por ejemplo que, el hombre posee aunque atrofiadas, glándulas mamarias que también pueden sufrir desequilibrios…
Shoshaná, la Azucena, nos conecta con el Alma y nuestra parte femenina
Foto realizada por Herman Logtens Agrónomo de Anatomía del Alma/ Tintura elaborada por Anatomía del Alma